para cruzar el océano
que separó mi deseo profundo
de tu Perito Moreno.
Me seguías en el autobús del tiempo,
con nuestras manos apretadas
de quien quiere hacer grande
el fonema de su apellido.
Pero en el mismo instante
que se abrió la puerta,
tu mano salió corriendo
a deshojar la margarita
de la deslealtad huidiza.
Yo también tendría que haber inventado
para no sentirme tan sola
por ver reflejado en el pomo
la velocidad de tu nuca.
Traicionada en el imperio par
ahora de uno,
atada por la firma del monasterio
lamento no haber mentido como tú,
pues ahora yo tendría mi deseo
como tú, el romance en libros.
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