martes, 16 de julio de 2013

Historia de una dirección equivocada


El amo marca el tiempo,
ajusta la manera de andar.
No hay más música que sus compases,
ni quiere ver otra cosa que la que él decida.
Él es un amo.
Él decreta el espacio cuadrado del movimiento,
si entro o si salgo
o lo llena de más víctimas.
Batuta en mano dirige,
ordena el cómo y el cuando,
Si pongo el pie fuera
de la línea marcada como exigencia,
me esperan sus tornados.
El amado amo,
me enseñó a obedecer
desde cero,
-no es bueno pensar
demasiado-.
Él obliga a hacer cosas
que yo no quiero,
siempre en aras
del amor verdadero.
Hoy me somete a una prueba,
con pistola en mano
apunto a la vida que me espera enfrente
y él, detrás de mi espalda,
me dice que la aniquile.
La mano me tiembla,
con el dedo en el gatillo.
Mi cuerpo gira, le miro,
-es cierto-  es la voz
del amo que ama
quien dicta que mate a mi vida.
Sus ojos de pupilas verticales
insisten, una y otra vez,
en que dispare.
Le hago caso,
-estoy domada-.
Suena el disparo
y me doy cuenta,
que olvidé girarme.
Maté al amo,
en un error de dirección,
liquidé a aquel que decía
ser dueño y señor
de todos mis actos.

2 comentarios:

  1. con actos como el que escribes- sin errores de dirección- la libertad se hace más compacta, más firme, y adquiere más valor ante el valor.
    besos.

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  2. ¡¡¡¡¡LIBERTAD!!!!!!!!

    Un beso libre y grande, David.
    Gracias.

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