Cuando colgué mi ropa
en el quicio de su puerta
pensé que, otra vez,
mi invierno me iba a traer frío.
Y así fue.
La mujer del anagrama ave
me contó,
igualmente desnuda,
qué hizo con ellos un día,
también, de su invierno.
Y así fue,
cómo descubrimos
que el invierno tiene nombre de hombre,
el mismo que nos vistió de frío.
Y ese descubrimiento nos hace volver a agarrar la vida, con más fuerza si cabe: me gusta la sabiduría de esa mujer de labios bonitos.
ResponderEliminarY a organizar ideas, a descubrir nuevas formas, a saber lo que se quiere, a huir de lo que no se desea... todo construye!. besos bella
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