Vivió tu foto en mi mano
la noche que me dio placer.
Del rojo pasé a tus labios,
del desorden a mis cabellos,
de la saliva a los dedos,
los mismos,
que nos viajaron enteros.
Cuando ya me sentí saciada
del semen trasnochador,
te devolví suave a la foto
creyendo ver
que me guiñabas un ojo.
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