Hay un hombre que grita en el vagón del metro;
en su boca abierta caben todas las palabras,
como un gran almacén a peso.
Reconozco en él la voz que se descuelga
por el inmenso abismo de la indiferencia ajena.
Son gemidos sin guarida,
esos sonidos de luz rota
que atraviesan las estaciones
Todos llevamos aullidos dentro,
y también la cancela que los oculta.
Le miro y pienso, que no hay muérdago suficiente
para la necesidad de tanto consuelo.
Hay un hombre que grita en el vagón del metro
y ese hombre podría ser soy yo,
No hay comentarios:
Publicar un comentario